Nacional
La iniciativa de murales callejeros que mejora el entorno de las colonias inseguras de México
El Colectivo Tomate interviene con pinturas y trabajo social en comunidades afectadas por la violencia o la pobreza en distintas ciudades del país
El Colectivo Tomate interviene con pinturas y trabajo social en comunidades afectadas por la violencia o la pobreza en distintas ciudades del país
Leobardo llevaba 50 años viviendo en la colonia Ventura Puente, una de las que más delitos registra en Morelia, Michoacán, y nunca había cruzado palabra con algunos de sus vecinos, como Luis, el dueño de una tiendita del barrio. Un proyecto cultural para mejorar su entorno los hizo conocerse, hablar y estrechar lazos como comunidad.
Ese es uno de los objetivos principales del proyecto Ciudad Mural, llevado por el Colectivo Tomate a colonias de todo el país con problemas de inseguridad, exclusión o pobreza, a las que les cambian el rostro con la creación de coloridos murales.
Alfredo Atala, integrante del colectivo, explicó en entrevista que la idea no es solo ir a pintar un lugar, sino involucrar a la comunidad y con eso fortalecer el tejido social deteriorado.
“Al final del proyecto, don Leobardo nos dijo: ‘Está tan bonito su proyecto que hasta incluso entre nosotros nos conocimos’. Y nos decía: ‘Es que nos devolvieron la confianza, sobre todo en tiempos en que la violencia nos ha separado, ha hecho que la confianza no se dé tan sencillo’. Y eso nos da mucha alegría escucharlo”, contó.
Además de mejorar el aspecto del barrio, los murales plasman la historia e identidad de sus habitantes. Así, en esta colonia cercana al centro de Morelia, la dueña de una estética pidió que el tema central de su mural fuera la mujer, otra fachada se iluminó con una representación de un danzante típico de Michoacán, y en la casa de Leobardo, su padre primero se resistía a la idea de que unos extraños les pintaran las paredes, pero terminó feliz con un dibujo que incluye los rostros de sus tres nietas.
Ventura Puente ahora luce 34 murales pintados por más de 20 artistas, que abarcan alrededor de mil 300 metros cuadrados y beneficiaron a 136 vecinos directamente.
Fue la tercera ciudad en la que actuó durante este año el Colectivo Tomate, que ya está empezando su siguiente proyecto en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y piensa en otras cuatro ciudades antes de cerrar 2018.
Pintura que une y da visibilidad
El proyecto de Ciudades Murales nació hace casi 10 años en Puebla, en el barrio de Xanenetla, que en ese entonces sufría tanta inseguridad que “ni los taxistas se atrevían a entrar”, según Atala. Tres jóvenes interesadas en hacer trabajo social con el arte tuvieron la idea de los murales, y así nació el Colectivo Tomate, que con el tiempo empezó a crecer y ya ha intervenido en unas 15 ciudades de todo el país.
Más allá de embellecer el área, la iniciativa ha provocado una serie de beneficios en cadena, aseguró Atala. Xanenetla se fue haciendo famoso por sus pinturas, de modo que empezó a atraer a gente que antes no hubiera paseado por sus calles. Ahora hay dos recorridos turísticos que pasan por ahí, los murales de la colonia se mencionan en varias páginas de atractivos de Puebla, y hasta en Wikipedia existe la entrada “Barrio de Xanenetla”.
Ante esto, el gobierno también se preocupó por mejorar la zona con mayor seguridad, mejores servicios públicos, y actualmente está trabajando para que el cableado sea subterráneo y permita apreciar mejor las fachadas decoradas.
“Hemos logrado hacer visible comunidades que a veces están marginadas por el estigma. Hacemos ruido que lleva a políticas públicas a estos lugares. Y la misma comunidad adquiere también consciencia, se reconoce a sí misma con necesidades y con posibilidades de exigir, de buscar al servicio público para atender sus problemas. Entonces se fortalece a la comunidad al interior, se fortalecen las relaciones”, afirmó Atala.
Un caso más reciente es el del Cerro de la Campana, en Monterrey, Nuevo León, intervenido este mismo año. El proyecto se llamó Colosal, ya que fue mucho más grande: 25 mil metros cuadrados en 300 casas para dibujar un ave en el monte, una figura que los mismos habitantes escogieron inspirados en sus propias historias de migración, tanto de otras zonas del país, como hacia Estados Unidos.
Pocos saben que en este cerro, considerado parte del cinturón de pobreza de Monterrey, creció el músico de vallenato Celso Piña. Pero ahora, contó Atala, sus habitantes notan que cuando la gente pasa por ahí, se detiene en sus coches a mirar la colonia, le toman fotos, y eso los ha hecho sentir importantes.
Más que murales
Las pinturas son el resultado visible de un trabajo mucho más amplio, que incluye análisis sociológicos e históricos y casi dos meses de trabajo.
El primer paso, detalló Atala, es llegar a una colonia que han identificado con el tejido social debilitado. Un equipo toca puertas para conocer a los vecinos y ofrecerles la idea, aunque al principio mucha gente desconfía o simplemente no se interesa. Pero una vez que alguna casa céntrica les ha dado autorización, pintan lo que llaman mural de apertura, y entonces la actitud de los vecinos empieza a cambiar.
A la par, el Colectivo lanza una convocatoria para juntar alrededor de 20 artistas locales o externos con una condición principal: tienen que querer trabajar en equipo, tanto con otros artistas, como con la familia de cada casa que van a intervenir. Cuando todo está listo, pasan unos 15 días pintando e interactuando con la comunidad.
Los habitantes reciben un taller de comunicación no violenta. Y los artistas, en uno de los proyectos en Chiapas, también tomaron un curso sobre cultura zoque.
Por todo esto, el proyecto de una Ciudad Mural tiene un costo de aproximadamente 1.7 millones de pesos (aunque el cerro de Monterrey, por su dimensión, costó 8 millones), que se financian, principalmente, con inversión de la empresa de pinturas Comex, y a veces con apoyos de gobiernos locales o mediante otros proyectos privados de los que el colectivo saca dinero.
Del mantenimiento ya no se encargan, pero están seguros de que no hace falta.
“Nos hemos dado cuenta de que el proyecto se genera de tal manera, y los murales se crean de tal forma, que las mismas familias se apropian de él y son las que lo defienden, lo procuran. El resultado a lo largo de los años nos ha mostrado que los, digamos, grafiteros, no pintan encima. La misma gente los mantiene, incluso a veces hasta los retocan”, señaló Atala.
Historias entretejidas: la niña del balcón
El proyecto de murales no solo ha enriquecido la vida de las comunidades en las que se pinta, sino también la de los artistas que participan. Ese fue el caso de José Manuel Gómez, JM, un ilustrador de Mexicali que participó en Morelia y al que una niña de cuatro años logró inspirar y conmover hasta las lágrimas.
Con su acento norteño y malhablado, JM recordó entre risas que empezó el proyecto de malas por varios detalles de logística que habían salido mal y porque le asignaron la pared de una bodega vacía, por lo que no iba a interactuar con ninguna familia.
Pero desde el primer día, lo desconcertó una cabecita que asomaba de un balcón cercano a la bodega y le gritaba a todos los que veía en la calle. Era la pequeña Luciana, que ve pasar la vida desde ese balcón, entonces gris. Sus papás no quisieron que el Colectivo pintara su casa, no dejaban a la niña ir a asomarse, y al principio ni siquiera le prestaban agua a JM para lavar sus brochas.
Sin embargo, Lucy jugaba todo el tiempo con él, le hacía bromas, platicaba, y se volvió su compañera. Así que cuando le contó que las mariposas eran su animal favorito, él decidió incluirlas. “Las mariposas que yo ponga en mi mural, van a ser para ti”, le dijo.
El último día, JM sentía la espina clavada de no haber pintado la casa de su nueva amiga. A pesar de los rechazos previos, fue a tocar la puerta y pedir que lo dejaran pintar sólo el balcón. Los papás de Lucy pusieron de pretexto que no era su casa, que fuera con otra persona, y esa a su vez lo mandó con otra… hasta que finalmente logró el permiso. Así que fue corriendo por material y una escalera, porque faltaba una hora para considerar terminado el proyecto, y otros tres artistas se entusiasmaron y lo ayudaron para tenerlo listo.
“Imagínate, es el muro más chiquito de todos, es cosa de un metro por un metro, y tiene a cuatro artistas, que de las historias que yo les contaba de Lucy estaban fascinados, porque la niña tiene una energía y una curiosidad impresionantes. Y eso lo gestioné yo, no lo gestionó el colectivo, eso me hizo entender el verdadero poder de esto: ellos nos dan el material y nos ponen en el lugar, y nosotros somos los que hacemos el impacto”, contó emocionado.
Antes de dejar Morelia, fue a regalarle unas acuarelas a la pequeña, le dejó todos sus datos a su mamá y le ofreció que cualquier día, pasen los años que pasen, lo busque si Lucy necesita algo. Su sorpresa fue que apenas en el aeropuerto, recibió una videollamada: era Lucy, que ahora todos los días platica con él.
“Puso la camarita del celular en el piso y me enseñó que se puso a pintar con acuarelas en la pared… tengo screenshot de eso porque yo, no manches, estaba llorando. Digo, todo lo que hizo el esfuerzo de ir todos los días, de saludarla, de estar de terco con que la dejaran salir, y que la niña me viera pintando”, explicó.
“Sí entiendo por qué no la dejaban; es que simplemente no conocen lo que estábamos haciendo. Esas colonias están rezagadas, no hay un museo ahí, tal vez trabajan todo el día y no van a ir el fin de semana a una galería, no tienen acceso a eso. Entonces, yo creo que lo mejor del proyecto es que le podemos llevar arte a todo: vas por la calle, vas a tu casa y tienes una galería personal, hecha por artistas de todo México con estilos, colores, mensajes positivos. Y ya cambió totalmente su perspectiva, la mamá ya me comenta en redes sociales, que gracias por lo que hicimos, que estuvo muy padre, y es ahorita la familia más entusiasmada”.
Animal Político