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“El Chapo está mal, se está volviendo paranoico”

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“El Chapo está mal, se está volviendo paranoico”

Viste un uniforme color naranja y camina de lado a lado, se tumba en la cama y, vuelve en caminar, recrea su abogado. Tiene la mirada perdida y está más delgado.

Mientras espera el juicio que podría condenarlo de por vida Joaquín El Chapo Guzmán pasa 23 horas al día aislado en una celda donde la luz siempre está encendida.

Viste un uniforme color naranja y camina de lado a lado, se tumba en la cama y, vuelve en caminar, recrea su abogado. Tiene la mirada perdida y está más delgado. Este lunes se cumplen dos años de la recaptura del Chapo y casi el primer aniversario desde su extradición a Estados Unidos, a finales de enero del pasado año. Desde entonces, está aislado en una habitación con una ducha, un váter y un ventanuco en la parte superior desde el que a duras penas logra saber si es de noche o de día. La hora que le queda lo llevan a una bicicleta estática.

Fuera de la prisión de Nueva York, Eduardo Balarezo intenta ordenar los casi 300.000 folios del sumario y los miles de videos contra Guzmán Loera para que él los pueda entender. Pero este, considerado el gran capo mundial, creador de la primera multinacional de la droga con presencia en decenas de países de cuatro continentes, ni habla inglés ni maneja el ordenador, así que las tres o cuatro horas semanales que pasan juntos preparando el juicio avanzan muy lentamente.

“El Chapo, de 63 años, está mal, no está incapacitado, pero está perdiendo la memoria y está poniéndose paranoico. Repite mucho las cosas y se le olvida todo enseguida. A veces hablamos algo y a los 15 minutos se le ha olvidado. Eso afecta a la manera de trabajar porque tenemos un cliente que no sabe decir si paso algo, cómo fue o cuándo pasó”, señala a este diario el hombre que se encarga de su defensa legal desde septiembre.

Como ha hecho puntualmente desde entonces, Balarezo llegará de nuevo esta semana a la prisión para preparar la defensa. “Se nota que es una persona lista, no tiene educación formal , pero es inteligente, aunque no sé si brillante. Tiene buen humor y a veces nos reímos”.

Hasta el momento Joaquín Guzmán Loera (Sinaloa, 1954) se ha declarado inocente de dirigir el cártel de Sinaloa, una organización destinada a introducir toneladas de cocaína en Estados Unidos, lavar miles de millones de dólares y de ordenar asesinatos y secuestros. Su captura y posterior extradición no ha supuesto un freno a la violencia en México, que vive su peor momento del sexenio de Enrique Peña Nieto.

Su defensa ha pedido posponer el juicio de abril a septiembre ante la imposibilidad de revisar el material a tiempo. “No solo se trata de las condiciones a las que lo tienen a él sometido sino bajo las que tenemos que trabajar nosotros”, dice Balarezo. “Estamos dos personas apretadas en una sala de 1’5 x 1’5 metros, no hay una mesa para poner documentos, escribir o poner la computadora. Es ridículo. Tengo que tener la tableta en las piernas para poder anotar algo y verlo por una reja y una ventanilla. Intentamos hablar bien bajo para que no escuchen todo los policías”, explica vía telefónica desde Washington este abogado especializado en la ley RICO, que ha defendido a  conocidos narcos como Alfredo Beltrán Leyva o el chino Zhenli Ye Gon, entre otros.

Entre otras prohibiciones, Balarezo no puede preguntar o llevar mensajes a terceros. “Normalmente, mi cliente me dice las personas a las que puedo recurrir para conseguir pruebas o testimonios, pero en este caso lo tengo prohibido”. La rigidez de los términos en ocasiones roza lo surrealista. “En el mes de diciembre las dos hijas de El Chapo Guzmán, de seis años, fueron a ver su padre. En mitad de la conversación les dijo: “Salúdame a tu mama de mi parte”. En ese momento se detuvo la conversación y los guardias le recordaron que tienen prohibido pasar mensajes a nadie en el exterior, siempre según la versión del abogado.

El Gobierno de Estados Unidos argumenta que las estrictas condiciones en prisión son las apropiadas para alguien que escapó dos veces de cárceles de alta seguridad en México, incluyendo una en la que huyó por un túnel de cientos de metros que llegaba hasta la ducha de su celda. Los fiscales dijeron que incluso cuando estaba en la cárcel en México, utilizó mensajes con códigos, sobornos y otros recursos para manejar al cártel de Sinaloa y orquestar sus fugas.

La defensa de El Chapo estudia los miles de folios, audios y videos acumulados durante años contra él. La prueba clave son los testimonios de sus antiguos colaboradores hoy encarcelados en Estados Unidos. Hasta el momento se desconocen los nombres pero se especula con algunos de los pesos pesados del narcotráfico y la política colombiana y mexicana como Daniel El Loco Barrera, quien le proporcionó desde Colombia gran parte de la cocaína o Édgar Veytia, exfiscal de Nayarit y en la nómina de ‘El Chapo’ durante muchos años. Alfredo Beltrán Leyva, su antiguo socio también encarcelado en EE UU no está colaborando, confirma el abogado.

Pero para muchos de ellos testificar contra El Chapo podría ser la última oportunidad de morir cerca de casa cuando cumplan parte de la condena. Sin embargo, a nadie se le escapa que las revelaciones en la corte de Manhattan desatarán una nueva ola de violencia y venganzas en suelo mexicano. “Ellos son la porquería más grande, personas a las que no comprarías ni un caramelo porque son mentirosos, asesinos y violadores pero como están colaborando con la fiscalía los presentaran como angelitos” dice.

Balarezo, de origen ecuatoriano, afronta un juicio imposible de ganar y que tampoco sabe si cobrará porque las autoridades podrían bloquear su pago al argumentar que los honorarios proceden del narcotráfico. Sobre si tiene algún conflicto ético por defender a un hombre acusado de causar miles de muertes lo tienen claro: “No, absolutamente no. Cualquier persona tiene derechos y deben protegerse. He visto suficientes abusos de la fiscalía que me permiten saber que el gobierno a veces juega sucio y no es justo que a una persona la atraquen así”.

La recaptura hace dos años y la posterior extradición de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán a México no ha logrado frenar la violencia en México. Todo lo contrario, el descabezamiento del cartel de Sinaloa que dirigía ha provocado en México un repunte en el número de homicidios como no se veía desde hace dos décadas.

Sin contabilizar el mes de diciembre (sobre el que aún no hay datos oficiales) el año 2017 acumuló los 26.573 muertes violentas. O lo que es lo mismo, 80 asesinatos al día. Con una media mensual de más de 2.000 homicidios dolosos, México está a un paso de superar los 27.199 de 2011.

Recientemente, en lugares como Chihuahua, la narcoviolencia dejó la noche de Reyes más de 30 muertos y otros 22 en el resto del país. El estado fronterizo es uno de los nuevos escenarios donde se libra la guerra por el control de las rutas tras la caída en desgracia del mítico capo. La irrupción del cartel Nueva Generación, que disputa los territorios antes controlados a sangre y fuego por El Chapo Guzmán, o del cartel de Juárez, dibujan un nuevo mapa violento que ha dado paso a nuevos capos más violentos y efímeros que sus progenitores.

 

El País

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